2022年11月14日星期一

Cisnes Salvajes - Andersen

 Lejos de nuestras tierras, allá donde van las golondrinas cuando el invierno llega a nosotros, vivía un rey que tenía once hijos y una hija llamada Elisa.

Los doce hermanos se sentían muy felices.

¡Lastimas que su dicha no pudiera durar siempre!

Su padre se casó con una reina perversa que odiaba a los niños

Esta mujer día a día contaba supuestas maldades de los niños, de tal forma que el rey acabó por desentenderse de ellos.

Un día, la perversa mujer arrojó a los niños por la ventana diciendo: 

-¡A volar por el mundo ! y ¡apañaos por vuestra cuenta! ¡ A volar como grandes aves sin voz!

Pero no pudo ejercitar del todo su crueldad pues los niños se transformaron en once hermosísimos cisnes salvajes. Volando desaparecieron en el bosque. 

La pobre Elisa a su vez había sido relegada al cuarto de los campesinos y su único juguete era una hoja verde. La niña le hizo un agujero y mirando por él, podía ver los ojos límpidos de sus hermanos y cada vez que los rayos de sol le daban en la cara, creían sentir el calor de sus besos. 

Pasaban los días y Elisa crecía fuerte y hermosa, tanto, que la reina hubiera querido enviarla lejos, Pero no se atrevió porque el rey quería mucho a su hija.

Más la malvada mujer no desistía de su empeño y para que la niña perdiera su belleza, la frotó con jugo de nuez, de modo que su piel adquirió un tinte negruzco, luego le untó la cara con una pomada apestosa y le desgreño el cabello. 

Era imposible reconocer a la hermosa Elisa.

Su padre se asustó y empezó a gritar al verla :

¡Esa no es mi hija!

Nadie la reconocía, excepto el perro mastín y las golondrinas. La pobre Elisa salió angustiada de palacio, llorando y pensando en sus once hermanos ausentes

Elisa se dijo: 

-Buscaré a mis hermanos. Sé que los encontraré 

Era de noche cuando llegó al bosque y tuvo que dormir sobre las raíces de un árbol. Y no cesó de soñar con sus hermanos.

Por la mañana, mirándose en el agua cristalina del lago, se asustó de su fealdad, pero entonces se lavó la cara y vio que era la de siempre. Luego se bañó en el lago, trenzó sus hermosos cabellos y volvió a ser la hermosa princesa que admiraban todos.

Pasó otro día y en sus sueños de la noche vio a Dios nuestro señor mirándola con bondad. Aquel día encontró a una anciana que llevaba bayas en una cesta. Elisa le preguntó si no había visto once príncipes cabalgando por el bosque.

-No- repuso la mujer- pero ayer vi once cisnes con coronas de oro que iban río abajo.

La muchacha siguió durante todo el día caminando a orillas del río, hasta llegar al punto que vertía sus aguas al océano ¿Qué hacer? ¿Por donde seguir?

De pronto entre las algas arrojadas por las olas, descubrió once plumas de cisne, las recogió e hizo un haz con ellas.

A la hora del ocaso, Elisa vio que se acercaban once cisnes salvajes coronados de oro que vinieron a posarse muy cerca de ella, agitando sus grandes alas blancas.

En cuanto el sol se hubo ocultado del todo, desprendiéronse del plumaje las aves y aparecieron once apuestos príncipes.

La joven lanzó un grito, pues aunque sus hermanos habían crecido mucho, los reconoció al momento. Se arrojó en sus brazos, llamándolos por sus nombres y ellos se sintieron muy felices al abrazar a su hermana, convertida en una joven tan hermosa.

Nosotros- explicó em mayor de los hermanos- volamos convertidos en cisnes salvajes mientras el sol está en el cielo y en cuanto se pone, recobramos nuestra figura humana. Por eso debemos procurar tener siempre un lugar donde apoyar los pies cuando oscurece. no habitamos aquí, más allá del océano hay una tierra hermosa, per el camino es muy largo a través del mar y no hay donde pernoctar, tan solo un arrecife solitario. 

Elisa les escuchaba admirada, el más joven añadió:

Solo una vez al año podemos volver a la patria donde nos está permitido permanecer por espacio de cinco días, volando por encima del bosque, vemos el palacio en que nacimos y el alto campanario de la iglesia donde está enterrada nuestra madre. Estando allí, nos parece como si árboles y matorrales fueran familiares nuestros. Ahora nos quedan todavía dos días para permanecer aquí, pero luego debemos cruzar el mar en busca de esa tierra espléndida que no es la nuestra, Querríamos llevarte con nosotros  querida hermanita, pero no poseemos ni un mísero bote

Continuará...